Revelación Fui enterrando mis pensamientos. Acabé hablando de las cosas que hablan las personas, haciendo lo que se supone que hace una persona “normal”, para no ser señalada, rechazada, desterrada de la tribu; para no arder en la hoguera. Sí, hoy no le queman a uno con fuego, pero sí de todas las demás formas. Se expulsa a las personas del entorno social y se arrebata su credibilidad y, por lo tanto, su dignidad. Esto equivale a “quemar en la hoguera” para un individuo social. Cada vez me sentía más sola, pero a la vez más adaptada al medio en el que vivía (adaptarse o morir). Eso de estar rodeado de gente, pero sentirse solo. Cada vez hablaba más de aquellas cosas y casi nunca de las que me interesaban. Conseguí un buen posicionamiento y empecé a entender las reglas que marcaban el juego en esta sociedad (radicalmente distintas a las que yo albergaba). Ahora hablaba mucho. Desde muy pequeña pude ir viendo claramente cómo se creaban y desarrollaban los mecanismos y artilugios que hacían de intermediarios entre mi yo y el mundo. Cómo se formaba mi personalidad, como se gestaban las capas; capas que no dejan de crearse y que inevitablemente acaban atro昀椀ando el yo más cercano a la esencia. A medida que me adaptaba, la creatividad se iba esfumando casi al mismo ritmo. Me sentía abrumada en grupos numerosos de personas o en espacios con mucha gente. Compartir tiempo con las personas produce en mí una sobrecarga de información. Por ello necesito tiempos vacíos sin estímulos externos de otros. Me gusta la soledad, de hecho, necesito estar sola. Me refugié en las personas y en lo material de la existencia para no pensar. Más tarde entendí que no solo no me servía, sino que provocaba en mí una dicotomía debido a estar yendo en contra de mi propia naturaleza. Cuando cumplí 14 tuve una extraña experiencia. Después de pasar por todo tipo de especialistas y, descartado que fuera algo físico, se me derivó a una psiquiatra, que, tras hacerme las pruebas pertinentes, concluyó que tenía unas determinadas características que hacían que viera el mundo de una forma muy realista y global, como desde arriba (fueron sus palabras exactas), lo cual me llevaba a preguntarme cosas que no eran propias de mi edad. Me recetó una medicación bastante fuerte. Porque todos sabemos que la mejor respuesta a las preguntas trascendentales es un buen químico. Creo que este episodio fue una catarsis que se manifestó físicamente fruto de aquella dicotomía. Tenía un muy marcado sentido de la justicia. Expresaba mi oposición contra lo que consideraba injusto con ciertas acciones, aunque fuera algo instaurado y establecido. Trataba de ayudar al más débil y rechazaba a aquellos que hacían daño a los demás. 16

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